Osman Patzzi Sanjinés*
Los consumidores de arte y los artistas cruceños no tienen la fuerza suficiente para que en los medios informativos, especialmente la televisión, se les preste la atención que están demandando. Y aunque el empleo de la fuerza suene a exageración, hubo un intento para revertir la perniciosa tendencia a “farandulizar” las noticias a costa de los espacios dedicados a la promoción de las actividades artísticas y culturales.
Es que muy poco eco tuvo el dramático llamado que formuló la Carta abierta dirigida a los medios de comunicación que el año pasado generó una sana, pero fugaz polémica, y quizá termine en el olvido, como probablemente pretenden los directamente aludidos que optaron por ignorar la reclamación porque, que se sepa, han respondido con la indiferencia.
A partir de esa experiencia, el Observatorio Nacional de Medios, iniciativa de la Fundación Unir Bolivia, llevó adelante una investigación en los informativos nocturnos de cinco redes de televisión durante una semana en el mes de septiembre de 2009 para conocer los alcances de la presencia de notas de tipo cultural y de farándula en las ediciones difundidas en Santa Cruz. Se buscó analizar temas, frecuencias, jerarquización, organización de materias, productos y fuentes.
La exigencia de quienes se identificaron como promotores y consumidores de cultura para que se integre una agenda cultural en el menú informativo de los medios masivos y en especial de la televisión, está justificada al comprobar en el estudio que las notas “culturales” representan el 1,05% del total, mientras que las de farándula representan el 11,6%.
De las 8 notas culturales registradas entre el total de 758, seis corresponden a una sola emisión del canal gubernamental (TVB), el miércoles 16, y todas se originan en la ciudad de Potosí. La suma del tiempo de estas noticias es 26 minutos y 33 segundos, es decir, casi el equivalente a la mitad del informativo o a la totalidad de las noticias descontando las tandas publicitarias y características del medio, es decir, o se incluyó por un error en la programación destinada a todo el país, o se trata de un flagrante desequilibrio en la cobertura cultural, enfocada en una sola ciudad, con el cual el ínfimo porcentaje quedaría muy grande.
Al analizar la estructura temática (temas y su presentación en secuencia) y formal, (distribución de espacios y tiempos) en los telenoticiosos nocturnos (centrales) en Santa Cruz, se aprecia que la farándula ocupa un espacio privilegiado, tanto en titulares, como en el desarrollo de la nota y en despachos directos desde unidades móviles, frente a la casi nula cobertura a la promoción de manifestaciones culturales/artísticas. El despliegue técnico, el tiempo y el énfasis así lo confirman.
En promedio, la publicidad bordea el 45% del tiempo total del noticiero y mientras en el canal gubernamental abunda la propaganda oficial, las redes privadas colman sus espacios con variedad de productos, entre los que se destacan los cosméticos y la propaganda institucional de la Prefectura y la Alcaldía y también del Gobierno central.
La banalización de los hechos noticiosos sumada a la cobertura de la farándula se manifiesta de múltiples formas: desde la supremacía de fuentes relacionadas con la farándula, es decir, modelos, azafatas, fotógrafos y diseñadores de moda, hasta los planos escogidos por camarógrafos y editores (algunos francamente violatorios de la intimidad) en las denominadas pasarelas (desfiles para que la modelo se vea de cuerpo entero) que supuestamente se hacen a pedido de la audiencia.
También es común la arbitrariedad y el desorden en la presentación de las noticias relacionadas con la farándula, porque aparecen tanto en la apertura de las emisiones, en la mitad o al final, porque sólo dos redes tienen segmentos dedicados exclusivamente a esta temática y cuentan con su propia presentadora.
El estudio se hizo en plena semana de preparativos y de apertura de la Expocruz, el evento ferial más grande del país y durante una semana agitada políticamente por una Asamblea de la Cruceñidad convocada a raíz de la polémica invitación al Presidente Evo Morales para la apertura de la feria.
En el estudio Telenoticiosos: la dieta nuestra de todos los días (1) se señala que los conflictos sociales y políticos, marchas y protestas, accidentes y violencia son los ingredientes básicos de la oferta. Ahora se tendría que añadir la farándula y/o “farandulización” de las noticias, destacando que se mantiene la tendencia hacia la homogenización de los temas ya señalada en el estudio citado. Asimismo, en el estudio El significado de la cultura en la prensa boliviana (2) se establece que la cultura en la prensa no deja de ser concebida como arte y, en particular, arte clásico. Como complemento de esta concepción reduccionista se destacan dos aspectos en las notas de los diarios: uso reiterado del recurso descriptivo en la redacción y el empleo de páginas interiores para su despliegue. La superficie ocupada para materiales sobre cultura tiene el 2% del total y el 65% de este espacio está en suplementos culturales. También se ratifica que la cultura está marginada.
Al mencionar la “farandulización” no se trata del periodismo rosa o del corazón, aquel que escarba intimidades de las celebridades criollas y extranjeras, ni es información exclusivamente de farándula, sino de la fórmula que los productores de la TV están aplicando para que las noticias, en general, sean más livianas y más comerciales. Es decir, no se percibe que el interés esté centrado en conocer intimidades de modelos o azafatas (lo que sí ocurre en programas especializados que, dicho sea de paso, van en aumento) sino que se banaliza hechos noticiosos en los telenoticieros centrales.
Es decir, la influencia de la farándula como fuente y a sus protagonistas como consumidores de la información relacionada con este tema abarca casi todos los segmentos porque en el calendario o la agenda informativa tienen siempre un lugar destacado los concursos de belleza, desfiles como el de Las Magníficas, reinados de diversa índole, ferias de menor magnitud a la Expocruz, pero siempre presentes, visita de músicos, apertura de centros de diversión, presentación de colecciones de moda, elaboración de calendarios y otros en los que las fuentes principales son modelos, fotógrafos, modistas, estilistas y propietarios de locales, así como organizadores de eventos sociales.
En conclusión, la Carta abierta dirigida a los medios de comunicación ha puesto en la mesa de debate un asunto que los directamente aludidos se niegan a aceptar, pero lo más llamativo es que parecen estar muy cómodos y convencidos de que su propuesta programática es la adecuada porque la audiencia, la gran audiencia, no se ha manifestado en contra y, como se suele decir, el que calla otorga.
*Corresponsal del ONADEM en Santa Cruz
(1)Medios a la Vista p. 167 TELENOTICIOSOS: LA DIETA NUESTRA DE TODOS LOS DÍAS
(2) Medios a la Vista p. 187 EL SIGNIFICADO DE LA CULTURA EN LA PRENSA BOLIVIANA
20 de enero de 2010
7 de enero de 2010
La Información y la Comunicación como derechos fundamentales en la transición política boliviana
Erick R. Torrico Villanueva
El hecho de que, por una parte, el periodismo boliviano esté hoy enfrentado a cuestionamientos que proceden tanto del gobierno como de sectores de la ciudadanía —aunque las razones y las argumentaciones de tales ámbitos no siempre resulten coincidentes— y, por otra, de que luego de conocidos los resultados electorales deba confrontar también el reto de asumir en el corto plazo alguna fórmula de superación del dilema entre ética y legalidad, convoca a la necesidad de discutir la cuestión de los alcances y la vigencia de los derechos fundamentales en materia de pensamiento, expresión, prensa, información y comunicación.
Esas prerrogativas que junto a otras poseen todas las personas frente al Estado y frente a sus semejantes para poder ser y para poder crecer humanamente sin perjudicar al resto, son derechos que al estar formalizados en la norma constitucional garantizan la vida digna, en libertad, con igualdad, justicia y solidaridad para todos los miembros de la comunidad. No obstante, las circunstancias de la transición política que vive el país demandan para el pleno vigor de esos derechos —y de sus consiguientes obligaciones— que la reflexión, el debate, las posiciones, las decisiones y las acciones sobre el particular, en los poderes públicos y en la sociedad, estén a la altura de la construcción democrática deseable.
Y qué mejor ocasión para estimular un arranque de este análisis que la fecha en que se celebra un nuevo aniversario de la aprobación, en 1948, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, documento insoslayable y referencial cuyo Artículo 19 señala textualmente que “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
No se trata, sin embargo, de pretender que esta exposición introductoria defina ejes temáticos, proponga líneas de interpretación ni trace rumbos concretos para las tareas anunciadas. El único objetivo que se persigue con lo que será desarrollado a continuación es que los interesados en la deliberación tomen en cuenta como insumos algunas apreciaciones cuya pertinencia, por lo demás, dependerá de la consideración que lleguen a merecer.
En ese sentido y dentro de esos límites se ofrecerá, primero, una síntesis no exhaustiva de hechos y situaciones concernientes al periodismo y a los derechos ya señalados para luego plantear unas pocas pistas respecto de la dinámica que probablemente caracterizará el escenario político e informativo-comunicacional nacional tras las elecciones del pasado domingo.
Durante el período que va de la posesión presidencial de enero de 2006 a la actualidad se ha venido registrando un proceso de reconfiguración del espacio y el sistema mediáticos en torno a definiciones provenientes del campo político y estrechamente vinculadas con la situación polarizada que ha sido el núcleo de la conflictividad reciente. Esa confrontación, que se explica por la pugna existente entre al menos dos proyectos de poder, se extendió al plano de la comunicación masiva y quedó expresada en una relación de periódicas fricciones entre el gobierno y buena parte de los medios privados, en particular de aquellos que pueden ser considerados “grandes”. Paradójicamente, la inversión propagandística gubernamental en los medios comerciales, sobre todo en la televisión, se mantuvo en ascenso.
La política oficial que entendió a los privados como “adversarios” indujo un uso tendencialmente propagandístico de los medios a cargo del gobierno y avivó en la prensa, la radio y la televisión privadas un comportamiento tendencialmente alejado de la práctica pluralista. Esa politización más o menos abierta de los contenidos de información y opinión —que ya se venía explicitando siquiera desde el año 2000— fue acompañada por un resurgimiento de la improvisación profesional, por el frecuente recurso al sensacionalismo y por una complementaria modalidad de “farandulización” de los temas y los enfoques noticiosos. En general, entonces, entraron en cuestión la calidad de las informaciones y la confianza ciudadana en medios y periodistas, al tiempo que los públicos se fragmentaron ya no en función de intereses y preferencias como usuarios mediáticos sino más bien de afinidades ideológico-políticas y de pertenencias regionales o identificaciones socioculturales mostradas como antagónicas.
Todo ello incrementó la ubicación de los medios y el periodismo como tema relevante de la agenda pública. Surgió la observación mediática productora de evidencias y reflexiones sobre el desempeño de los medios a la par que emergieron diversas fuentes de críticas y demandas sociales hacia el mundo mediático. Casi no queda duda respecto a que la televisión ha sido el “lugar” donde hubo más violaciones a los derechos ciudadanos —por ejemplo mediante la “invención” de noticias, el sesgo informativo evidente, la invasión de la privacidad, el abuso de la imagen de niños o adolescentes, la exposición morbosa de escenas de accidentes, peleas, muertes y sexo, la utilización de lenguaje soez o la difusión pública de mensajes telefónicos íntimos—, aunque ha sido ahí mismo, en la TV, donde se han presentado, aproximadamente desde hace un año, algunas experiencias destinadas a posibilitar el debate plural y equilibrado sobre asuntos políticos. Pero asimismo la televisión, pese a que esto todavía no ha sido objeto de análisis detenido, se convirtió en protagonista de la política cuando una red privada fungió como propiciadora de la conformación y posterior promoción de la principal candidatura de oposición para las elecciones que acaban de efectuarse.
Cabe señalar que en el lapso que aquí se repasa también la autocrítica y la preocupación por la autorregulación fueron una constante en varias de las organizaciones sindicales, académicas y empresariales del periodismo, con notoria ausencia de los representantes de los medios televisivos. No obstante, estas organizaciones muestran aún una insuficiente coordinación intersectorial —lo que, entre otros momentos, se vio durante los esfuerzos para formular propuestas a la Asamblea Constituyente— así como una limitada capacidad de interlocución con la ciudadanía y el gobierno. La impune multiplicación de las censurables agresiones contra periodistas, camarógrafos, fotógrafos o presentadores de noticias, al igual que contra instalaciones o vehículos de medios, sean privados o gubernamentales, refleja no sólo los alcances de la polarización sino igualmente una situación de pérdida de respeto y molestia ciudadana con relación a la manera en que los medios cumplen sus labores, sentimientos que hasta ahora no parecen haber encontrado un cauce institucional para manifestarse y lograr eco.
La creación de un código de ética y la reciente conformación de un tribunal ético de la Asociación Nacional de la Prensa junto al empeño multisectorial para conformar, en un tercer intento, el Consejo Nacional de Ética Periodística que ya aprobó un código nacional de ética y se apresta a constituir un tribunal ético nacional, son respuestas concretas a parte de las circunstancias descritas, las cuales de todos modos requieren dar claras señales de su aplicación y eficacia para contribuir al reposicionamiento positivo del periodismo y su papel en la percepción colectiva. A dichas respuestas se suman iniciativas como las que lleva adelante la Fundación UNIR Bolivia con el Observatorio Nacional de Medios, el Fondo Concursable de Periodismo de Investigación y la Agenda Ciudadana, orientadas todas a cualificar el trabajo noticioso, mejorar la formación del personal periodístico y alentar la valoración pública de la labor informativa.
En relación a estos temas y más allá de las reiteradas reclamaciones así como de las poco pertinentes recriminaciones presidenciales a medios y periodistas, desde el campo oficial se ha constitucionalizado el derecho a la comunicación y a la información (Cap. 7º, artículos 106 y 107), se ha actualizado la posibilidad de que los periodistas publiquen una “columna sindical” en los medios en que trabajan (D.S. 0136 de 20/05/’09) y se ha presentado un anteproyecto de ley para prohibir “la promoción del proxenetismo, la prostitución y la pornografía por cualquier medio de comunicación y difusión”. Entretanto, se mantiene pendiente el anteproyecto de Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública.
Como es dable deducir de lo presentado en este esquemático vistazo a lo sucedido en los últimos 46 meses, están modificándose el contexto y determinadas “reglas de juego” para el desempeño mediático a la vez que el ejercicio del periodismo se ha visto enfrentado a un período de relativa inseguridad que incluye la precarización de las condiciones laborales en muchos medios, sobre todo en aquellos de menor alcance o en los que prevalece la denominada “producción independiente”. Esto hace, en conjunto, que los derechos fundamentales en materia de información y comunicación vuelvan a cobrar vigencia como un asunto de interés público.
Además, la importancia de esta temática se hace más enfática en el marco del escenario pos-electoral que es posible perfilar luego de las votaciones del domingo anterior. Si bien lo que se anota seguidamente es apenas un punteo tentativo de rasgos que la política y lo comunicacional pueden adquirir en el próximo futuro en el país, tiene sentido hacer el ejercicio de pensar esos rumbos probables.
Los resultados electorales han confirmado la constitución de un actor con potencialidad hegemónica (el Movimiento al Socialismo, MAS) y de un modelo de país y Estado de al menos mediano plazo que están prefigurados en la nueva Carta Magna. De ello, entre otras, se derivan dos consecuencias inmediatas: i) la intensificación de la contienda político-regional por el control de los espacios de poder departamental y municipal, último reducto probable para la oposición, en los comicios de 2010, y ii) la apertura de un amplio margen de actuación para la redefinición institucional desde la perspectiva del oficialismo.
Lo que se tendrá en este segundo caso es el inminente comienzo de un proceso de elaboración de leyes y normas reglamentarias con la priorización del tratamiento de aquellas relativas a ámbitos estratégicos, entre ellos el de la comunicación y la información, tal como lo tiene puntualizado el programa de gobierno con que el MAS se postuló a las elecciones de hace cuatro días. Ese proceso que se desarrollará ante todo en el espacio legislativo será el nuevo campo de la disputa y la confrontación políticas en torno al control de recursos y las cuestiones de los derechos humanos.
Si se toma en cuenta que la oposición que llegará a la Asamblea Legislativa Plurinacional será reducida en número, débil en representatividad y poco estructurada en su proyecto, su accionar será escasamente propositivo y tenderá a basarse en la descalificación y la obstaculización de las propuestas y medidas oficialistas. Ante esa incapacidad, podrán surgir algunos movimientos ciudadanos dirigidos a suplantar a la oposición tanto como a promover lineamientos para el debate legislativo o, desde otra perspectiva a ofrecer resistencia a las iniciativas gubernamentales. Esta última opción implicaría, además, que se produzcan enfrentamientos por fuera de la Asamblea entre sectores y agrupaciones sociales afines al gobierno y otros de oposición civil. La conflictividad estará así ligada a la reorganización del Estado, a la puesta en vigor de la nueva Constitución y a las formas de proceder que adopten el órgano ejecutivo y la mayoría legislativa oficialista.
En lo directamente relacionado con el tema de los derechos que acá interesa resaltar, la victoria electoral del MAS alentará el potenciamiento de la visión y las definiciones estratégicas gubernamentales en materia de medios al igual que afianzará las posiciones pro-oficialistas de aquellos medios que simpatizan con las políticas del poder ejecutivo. En contrapartida, unos pocos de los medios privados que se distinguieron hasta ahora por sus posiciones y discursos contestatarios se ratificarán en esa índole mientras que otro bloque, presumiblemente mayor, buscará su reacomodo en una suerte de “centro democrático”.
A partir del recuento efectuado sobre lo que viene aconteciendo y de una preliminar aproximación a los datos arrojados por las urnas el pasado domingo debiera hacerse el intento de explotar la reinstitucionalización que empezará en breve como un horizonte en que será indispensable equilibrar oportunidades y riesgos en pro del bien común. Para eso, aparte de la preparación necesaria, el diálogo y los acuerdos deseables, habrá que recordar no sólo que los medios representan uno de los principales vínculos de los ciudadanos con lo público sino, igualmente, que esos ciudadanos son el Estado y no pueden quedar al margen de las decisiones que les atinjan.
El pensamiento y la palabra son inescindibles de la condición humana, la información es un bien público, la comunicación es un acto dignificante y el trabajo mediático es un servicio de interés público; de ahí que las libertades para ejercerlos figuren entre los derechos democráticos fundamentales y competan a todos. En términos generales, ello supone la plena vigencia de las garantías constitucionales y, en lo concreto, que haya democracia para los medios, en los medios y desde los medios.
La Paz, diciembre 10 de 2009
etv/.
El hecho de que, por una parte, el periodismo boliviano esté hoy enfrentado a cuestionamientos que proceden tanto del gobierno como de sectores de la ciudadanía —aunque las razones y las argumentaciones de tales ámbitos no siempre resulten coincidentes— y, por otra, de que luego de conocidos los resultados electorales deba confrontar también el reto de asumir en el corto plazo alguna fórmula de superación del dilema entre ética y legalidad, convoca a la necesidad de discutir la cuestión de los alcances y la vigencia de los derechos fundamentales en materia de pensamiento, expresión, prensa, información y comunicación.
Esas prerrogativas que junto a otras poseen todas las personas frente al Estado y frente a sus semejantes para poder ser y para poder crecer humanamente sin perjudicar al resto, son derechos que al estar formalizados en la norma constitucional garantizan la vida digna, en libertad, con igualdad, justicia y solidaridad para todos los miembros de la comunidad. No obstante, las circunstancias de la transición política que vive el país demandan para el pleno vigor de esos derechos —y de sus consiguientes obligaciones— que la reflexión, el debate, las posiciones, las decisiones y las acciones sobre el particular, en los poderes públicos y en la sociedad, estén a la altura de la construcción democrática deseable.
Y qué mejor ocasión para estimular un arranque de este análisis que la fecha en que se celebra un nuevo aniversario de la aprobación, en 1948, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, documento insoslayable y referencial cuyo Artículo 19 señala textualmente que “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
No se trata, sin embargo, de pretender que esta exposición introductoria defina ejes temáticos, proponga líneas de interpretación ni trace rumbos concretos para las tareas anunciadas. El único objetivo que se persigue con lo que será desarrollado a continuación es que los interesados en la deliberación tomen en cuenta como insumos algunas apreciaciones cuya pertinencia, por lo demás, dependerá de la consideración que lleguen a merecer.
En ese sentido y dentro de esos límites se ofrecerá, primero, una síntesis no exhaustiva de hechos y situaciones concernientes al periodismo y a los derechos ya señalados para luego plantear unas pocas pistas respecto de la dinámica que probablemente caracterizará el escenario político e informativo-comunicacional nacional tras las elecciones del pasado domingo.
Durante el período que va de la posesión presidencial de enero de 2006 a la actualidad se ha venido registrando un proceso de reconfiguración del espacio y el sistema mediáticos en torno a definiciones provenientes del campo político y estrechamente vinculadas con la situación polarizada que ha sido el núcleo de la conflictividad reciente. Esa confrontación, que se explica por la pugna existente entre al menos dos proyectos de poder, se extendió al plano de la comunicación masiva y quedó expresada en una relación de periódicas fricciones entre el gobierno y buena parte de los medios privados, en particular de aquellos que pueden ser considerados “grandes”. Paradójicamente, la inversión propagandística gubernamental en los medios comerciales, sobre todo en la televisión, se mantuvo en ascenso.
La política oficial que entendió a los privados como “adversarios” indujo un uso tendencialmente propagandístico de los medios a cargo del gobierno y avivó en la prensa, la radio y la televisión privadas un comportamiento tendencialmente alejado de la práctica pluralista. Esa politización más o menos abierta de los contenidos de información y opinión —que ya se venía explicitando siquiera desde el año 2000— fue acompañada por un resurgimiento de la improvisación profesional, por el frecuente recurso al sensacionalismo y por una complementaria modalidad de “farandulización” de los temas y los enfoques noticiosos. En general, entonces, entraron en cuestión la calidad de las informaciones y la confianza ciudadana en medios y periodistas, al tiempo que los públicos se fragmentaron ya no en función de intereses y preferencias como usuarios mediáticos sino más bien de afinidades ideológico-políticas y de pertenencias regionales o identificaciones socioculturales mostradas como antagónicas.
Todo ello incrementó la ubicación de los medios y el periodismo como tema relevante de la agenda pública. Surgió la observación mediática productora de evidencias y reflexiones sobre el desempeño de los medios a la par que emergieron diversas fuentes de críticas y demandas sociales hacia el mundo mediático. Casi no queda duda respecto a que la televisión ha sido el “lugar” donde hubo más violaciones a los derechos ciudadanos —por ejemplo mediante la “invención” de noticias, el sesgo informativo evidente, la invasión de la privacidad, el abuso de la imagen de niños o adolescentes, la exposición morbosa de escenas de accidentes, peleas, muertes y sexo, la utilización de lenguaje soez o la difusión pública de mensajes telefónicos íntimos—, aunque ha sido ahí mismo, en la TV, donde se han presentado, aproximadamente desde hace un año, algunas experiencias destinadas a posibilitar el debate plural y equilibrado sobre asuntos políticos. Pero asimismo la televisión, pese a que esto todavía no ha sido objeto de análisis detenido, se convirtió en protagonista de la política cuando una red privada fungió como propiciadora de la conformación y posterior promoción de la principal candidatura de oposición para las elecciones que acaban de efectuarse.
Cabe señalar que en el lapso que aquí se repasa también la autocrítica y la preocupación por la autorregulación fueron una constante en varias de las organizaciones sindicales, académicas y empresariales del periodismo, con notoria ausencia de los representantes de los medios televisivos. No obstante, estas organizaciones muestran aún una insuficiente coordinación intersectorial —lo que, entre otros momentos, se vio durante los esfuerzos para formular propuestas a la Asamblea Constituyente— así como una limitada capacidad de interlocución con la ciudadanía y el gobierno. La impune multiplicación de las censurables agresiones contra periodistas, camarógrafos, fotógrafos o presentadores de noticias, al igual que contra instalaciones o vehículos de medios, sean privados o gubernamentales, refleja no sólo los alcances de la polarización sino igualmente una situación de pérdida de respeto y molestia ciudadana con relación a la manera en que los medios cumplen sus labores, sentimientos que hasta ahora no parecen haber encontrado un cauce institucional para manifestarse y lograr eco.
La creación de un código de ética y la reciente conformación de un tribunal ético de la Asociación Nacional de la Prensa junto al empeño multisectorial para conformar, en un tercer intento, el Consejo Nacional de Ética Periodística que ya aprobó un código nacional de ética y se apresta a constituir un tribunal ético nacional, son respuestas concretas a parte de las circunstancias descritas, las cuales de todos modos requieren dar claras señales de su aplicación y eficacia para contribuir al reposicionamiento positivo del periodismo y su papel en la percepción colectiva. A dichas respuestas se suman iniciativas como las que lleva adelante la Fundación UNIR Bolivia con el Observatorio Nacional de Medios, el Fondo Concursable de Periodismo de Investigación y la Agenda Ciudadana, orientadas todas a cualificar el trabajo noticioso, mejorar la formación del personal periodístico y alentar la valoración pública de la labor informativa.
En relación a estos temas y más allá de las reiteradas reclamaciones así como de las poco pertinentes recriminaciones presidenciales a medios y periodistas, desde el campo oficial se ha constitucionalizado el derecho a la comunicación y a la información (Cap. 7º, artículos 106 y 107), se ha actualizado la posibilidad de que los periodistas publiquen una “columna sindical” en los medios en que trabajan (D.S. 0136 de 20/05/’09) y se ha presentado un anteproyecto de ley para prohibir “la promoción del proxenetismo, la prostitución y la pornografía por cualquier medio de comunicación y difusión”. Entretanto, se mantiene pendiente el anteproyecto de Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública.
Como es dable deducir de lo presentado en este esquemático vistazo a lo sucedido en los últimos 46 meses, están modificándose el contexto y determinadas “reglas de juego” para el desempeño mediático a la vez que el ejercicio del periodismo se ha visto enfrentado a un período de relativa inseguridad que incluye la precarización de las condiciones laborales en muchos medios, sobre todo en aquellos de menor alcance o en los que prevalece la denominada “producción independiente”. Esto hace, en conjunto, que los derechos fundamentales en materia de información y comunicación vuelvan a cobrar vigencia como un asunto de interés público.
Además, la importancia de esta temática se hace más enfática en el marco del escenario pos-electoral que es posible perfilar luego de las votaciones del domingo anterior. Si bien lo que se anota seguidamente es apenas un punteo tentativo de rasgos que la política y lo comunicacional pueden adquirir en el próximo futuro en el país, tiene sentido hacer el ejercicio de pensar esos rumbos probables.
Los resultados electorales han confirmado la constitución de un actor con potencialidad hegemónica (el Movimiento al Socialismo, MAS) y de un modelo de país y Estado de al menos mediano plazo que están prefigurados en la nueva Carta Magna. De ello, entre otras, se derivan dos consecuencias inmediatas: i) la intensificación de la contienda político-regional por el control de los espacios de poder departamental y municipal, último reducto probable para la oposición, en los comicios de 2010, y ii) la apertura de un amplio margen de actuación para la redefinición institucional desde la perspectiva del oficialismo.
Lo que se tendrá en este segundo caso es el inminente comienzo de un proceso de elaboración de leyes y normas reglamentarias con la priorización del tratamiento de aquellas relativas a ámbitos estratégicos, entre ellos el de la comunicación y la información, tal como lo tiene puntualizado el programa de gobierno con que el MAS se postuló a las elecciones de hace cuatro días. Ese proceso que se desarrollará ante todo en el espacio legislativo será el nuevo campo de la disputa y la confrontación políticas en torno al control de recursos y las cuestiones de los derechos humanos.
Si se toma en cuenta que la oposición que llegará a la Asamblea Legislativa Plurinacional será reducida en número, débil en representatividad y poco estructurada en su proyecto, su accionar será escasamente propositivo y tenderá a basarse en la descalificación y la obstaculización de las propuestas y medidas oficialistas. Ante esa incapacidad, podrán surgir algunos movimientos ciudadanos dirigidos a suplantar a la oposición tanto como a promover lineamientos para el debate legislativo o, desde otra perspectiva a ofrecer resistencia a las iniciativas gubernamentales. Esta última opción implicaría, además, que se produzcan enfrentamientos por fuera de la Asamblea entre sectores y agrupaciones sociales afines al gobierno y otros de oposición civil. La conflictividad estará así ligada a la reorganización del Estado, a la puesta en vigor de la nueva Constitución y a las formas de proceder que adopten el órgano ejecutivo y la mayoría legislativa oficialista.
En lo directamente relacionado con el tema de los derechos que acá interesa resaltar, la victoria electoral del MAS alentará el potenciamiento de la visión y las definiciones estratégicas gubernamentales en materia de medios al igual que afianzará las posiciones pro-oficialistas de aquellos medios que simpatizan con las políticas del poder ejecutivo. En contrapartida, unos pocos de los medios privados que se distinguieron hasta ahora por sus posiciones y discursos contestatarios se ratificarán en esa índole mientras que otro bloque, presumiblemente mayor, buscará su reacomodo en una suerte de “centro democrático”.
A partir del recuento efectuado sobre lo que viene aconteciendo y de una preliminar aproximación a los datos arrojados por las urnas el pasado domingo debiera hacerse el intento de explotar la reinstitucionalización que empezará en breve como un horizonte en que será indispensable equilibrar oportunidades y riesgos en pro del bien común. Para eso, aparte de la preparación necesaria, el diálogo y los acuerdos deseables, habrá que recordar no sólo que los medios representan uno de los principales vínculos de los ciudadanos con lo público sino, igualmente, que esos ciudadanos son el Estado y no pueden quedar al margen de las decisiones que les atinjan.
El pensamiento y la palabra son inescindibles de la condición humana, la información es un bien público, la comunicación es un acto dignificante y el trabajo mediático es un servicio de interés público; de ahí que las libertades para ejercerlos figuren entre los derechos democráticos fundamentales y competan a todos. En términos generales, ello supone la plena vigencia de las garantías constitucionales y, en lo concreto, que haya democracia para los medios, en los medios y desde los medios.
La Paz, diciembre 10 de 2009
etv/.
16 de diciembre de 2009
Periodismo para la gente: 15 desafíos y una agenda abierta
Lizbeth Mejía
¿Cómo quiere verse la gente de a pie reflejada en los medios? ¿Qué temas le interesa ver? Fueron interrogantes que encontraron una respuesta en la “Agenda Ciudadana elecciones 2009”, producto elaborado por la iniciativa de comunicación de la Fundación UNIR Bolivia.
El equipo de Comunicación de la Fundación UNIR fue al encuentro de la gente habitualmente relegada en la cobertura mediática, para escuchar los argumentos y las propuestas planteadas en seis ciudades de Bolivia, mediante conversatorios y grupos focales. Intencionalmente se eligió como tema central el trabajo de los medios en la cobertura electoral, por su importancia en la coyuntura nacional.
El objetivo de los encuentros fue recoger la percepción que tenían los ciudadanos – de sectores poco cubiertos en los medios- sobre el trabajo de los medios en épocas electorales, cuáles eran los aspectos positivos y negativos. Luego se les pidió que plantearan sus demandas. El pedido fue contundente: Transparencia, neutralidad y responsabilidad. Además, la gente consultada expresó que desea verse más en los medios, espera que los medios velen por la unidad nacional y que traten a todos los candidatos por igual.
Pero lo que es importante resaltar al término de la experiencia es que los ciudadanos reconocen positivamente el trabajo de los periodistas y de los medios argumentando que si no fuera por ellos, la población no tendría las mismas oportunidades de estar informados de lo que pasa aún cuando evidencian falencias en su trabajo. Otro elemento importante es que el referente principal de los ciudadanos de las capitales son las grandes cadenas televisivas, luego la radio y mínimamente los periódicos.
Los ciudadanos consultados señalan que no se puede generalizar, cada medio tiene su particularidad, no basta con hacer la diferencia entre medios estatales y privados, o medios urbanos y rurales, es necesario profundizar en las estructuras de propiedad para no meter a todos en la misma bolsa. Cada caso es distinto, por ejemplo, cuando se presentó el documento de la Agenda a un grupo de periodistas de áreas rurales, es decir de radios comunitarias, no podían concebir en su trabajo más participación ciudadana, porque esa es precisamente la manera que ellos se relacionan con sus comunidades, de cerca y de manera permanente.
El documento que resume la investigación realizada por la Fundación UNIR quizás no logre mostrar la magnitud de todo lo expresado por los 200 ciudadanos en más 70 horas de conversación y argumentación; sin embargo se intentó respetar su voz y plasmarla de manera textual, lo que supuso también un largo proceso de sistematización.
Una guía hecha por periodistas para la cobertura electoral
Paralelamente a este trabajo y en coordinación con los periodistas de La Paz, Cochabamba, Tarija, Santa Cruz, Cobija y El Alto, se realizaron una serie de talleres con los trabajadores de la información para realizar las mismas preguntas, cómo ven su trabajo en tiempos electorales, aspectos positivos y negativos. Dentro de estos encuentros el ONADEM (Observatorio Nacional de Medios) presentó las características de la cobertura tipo que ellos habían encontrado a lo largo de varios monitoreos de las diferentes elecciones realizadas en el último tiempo en nuestro país.
Los datos por el ONADEN se resumen básicamente en que los medios se centraron en los discursos polarizados del gobierno y la oposición y que la agenda mediática reproduce casi en su totalidad la agenda política, además se personaliza la campaña alrededor del candidato dejando de lado la presentación y el debate de propuestas. Luego de esta exposición y de su inicial autoevaluación los periodistas se plantearon una serie de desafíos para cubrir las elecciones.
Con los insumos vertidos en conversatorios y talleres se elaboró la Guía de Cobertura Electoral con 15 desafíos planteados por los propios periodistas. La Guía destaca como primera tarea, hacer que la ciudadanía sea protagonista de la cobertura informativa, no sólo en tiempos electorales sino permanentemente, dejando de lado la posición prejuiciosa de que el ciudadano aparece en las noticias generalmente como víctima o malhechor, dos imágenes recurrentes en los medios. Resalta también la necesidad de trabajar con visión nacional.
Los otros desafíos tienen que ver con normas del periodismo: informar sin opinar, sin polarizar, buscar equilibrio de fuentes, temas y enfoques, lograr una agenda propia, escapar del sensacionalismo, explorar nuevos formatos y lograr un rol más activo a los reporteros. Los desafíos coyunturales están dados por lograr debates respetuosos, incluir a todos los candidatos, pasar de las consignas a las propuestas, responsabilidad con las primicias, tener mucho cuidado con los resultados de encuestas o sondeos para no generalizar.
Los ciudadanos quieren ser protagonistas en la cobertura de los periodistas diariamente, desean ser tomados en cuenta como actores de la realidad no solo en tiempos electorales. Un aspecto final es la necesidad de crear en la población una visión crítica de los medios, pero acompañada de información suficiente sobre las complejidades del trabajo periodístico.
¿Cómo quiere verse la gente de a pie reflejada en los medios? ¿Qué temas le interesa ver? Fueron interrogantes que encontraron una respuesta en la “Agenda Ciudadana elecciones 2009”, producto elaborado por la iniciativa de comunicación de la Fundación UNIR Bolivia.
El equipo de Comunicación de la Fundación UNIR fue al encuentro de la gente habitualmente relegada en la cobertura mediática, para escuchar los argumentos y las propuestas planteadas en seis ciudades de Bolivia, mediante conversatorios y grupos focales. Intencionalmente se eligió como tema central el trabajo de los medios en la cobertura electoral, por su importancia en la coyuntura nacional.
El objetivo de los encuentros fue recoger la percepción que tenían los ciudadanos – de sectores poco cubiertos en los medios- sobre el trabajo de los medios en épocas electorales, cuáles eran los aspectos positivos y negativos. Luego se les pidió que plantearan sus demandas. El pedido fue contundente: Transparencia, neutralidad y responsabilidad. Además, la gente consultada expresó que desea verse más en los medios, espera que los medios velen por la unidad nacional y que traten a todos los candidatos por igual.
Pero lo que es importante resaltar al término de la experiencia es que los ciudadanos reconocen positivamente el trabajo de los periodistas y de los medios argumentando que si no fuera por ellos, la población no tendría las mismas oportunidades de estar informados de lo que pasa aún cuando evidencian falencias en su trabajo. Otro elemento importante es que el referente principal de los ciudadanos de las capitales son las grandes cadenas televisivas, luego la radio y mínimamente los periódicos.
Los ciudadanos consultados señalan que no se puede generalizar, cada medio tiene su particularidad, no basta con hacer la diferencia entre medios estatales y privados, o medios urbanos y rurales, es necesario profundizar en las estructuras de propiedad para no meter a todos en la misma bolsa. Cada caso es distinto, por ejemplo, cuando se presentó el documento de la Agenda a un grupo de periodistas de áreas rurales, es decir de radios comunitarias, no podían concebir en su trabajo más participación ciudadana, porque esa es precisamente la manera que ellos se relacionan con sus comunidades, de cerca y de manera permanente.
El documento que resume la investigación realizada por la Fundación UNIR quizás no logre mostrar la magnitud de todo lo expresado por los 200 ciudadanos en más 70 horas de conversación y argumentación; sin embargo se intentó respetar su voz y plasmarla de manera textual, lo que supuso también un largo proceso de sistematización.
Una guía hecha por periodistas para la cobertura electoral
Paralelamente a este trabajo y en coordinación con los periodistas de La Paz, Cochabamba, Tarija, Santa Cruz, Cobija y El Alto, se realizaron una serie de talleres con los trabajadores de la información para realizar las mismas preguntas, cómo ven su trabajo en tiempos electorales, aspectos positivos y negativos. Dentro de estos encuentros el ONADEM (Observatorio Nacional de Medios) presentó las características de la cobertura tipo que ellos habían encontrado a lo largo de varios monitoreos de las diferentes elecciones realizadas en el último tiempo en nuestro país.
Los datos por el ONADEN se resumen básicamente en que los medios se centraron en los discursos polarizados del gobierno y la oposición y que la agenda mediática reproduce casi en su totalidad la agenda política, además se personaliza la campaña alrededor del candidato dejando de lado la presentación y el debate de propuestas. Luego de esta exposición y de su inicial autoevaluación los periodistas se plantearon una serie de desafíos para cubrir las elecciones.
Con los insumos vertidos en conversatorios y talleres se elaboró la Guía de Cobertura Electoral con 15 desafíos planteados por los propios periodistas. La Guía destaca como primera tarea, hacer que la ciudadanía sea protagonista de la cobertura informativa, no sólo en tiempos electorales sino permanentemente, dejando de lado la posición prejuiciosa de que el ciudadano aparece en las noticias generalmente como víctima o malhechor, dos imágenes recurrentes en los medios. Resalta también la necesidad de trabajar con visión nacional.
Los otros desafíos tienen que ver con normas del periodismo: informar sin opinar, sin polarizar, buscar equilibrio de fuentes, temas y enfoques, lograr una agenda propia, escapar del sensacionalismo, explorar nuevos formatos y lograr un rol más activo a los reporteros. Los desafíos coyunturales están dados por lograr debates respetuosos, incluir a todos los candidatos, pasar de las consignas a las propuestas, responsabilidad con las primicias, tener mucho cuidado con los resultados de encuestas o sondeos para no generalizar.
Los ciudadanos quieren ser protagonistas en la cobertura de los periodistas diariamente, desean ser tomados en cuenta como actores de la realidad no solo en tiempos electorales. Un aspecto final es la necesidad de crear en la población una visión crítica de los medios, pero acompañada de información suficiente sobre las complejidades del trabajo periodístico.
3 de diciembre de 2009
Una semana de TV y elecciones: slogans en vez de propuestas
Las propuestas programáticas de los partidos fueron relegadas y las movilizaciones de campaña fueron destacadas. Tales fueron las características principales de las noticias televisivas correspondientes a la primera semana de octubre pasado, lapso tomado como primera muestra de análisis por el Observatorio Nacional de Medios, ONADEM, de la Fundación UNIR Bolivia, que se propuso examinar la presencia de las propuestas electorales en los noticieros de televisión.
La cuarta parte (26%) de las noticias televisivas difundidas del 5 al 9 de octubre en seis redes de televisión estuvo referida a las elecciones. El 62,5% de ese total tuvo como eje de cobertura las actividades de campaña, centralmente las movilizaciones organizadas por los partidos políticos, y sólo el 5% se refirió a las propuestas y programas de los partidos y candidatos.
Dentro de las noticias sobre “campañas”, las declaraciones de los candidatos estuvieron centradas en el “debate” al que se retaba al candidato del MAS. La campaña se convirtió en acontecimiento noticioso en sí mismo, priorizando la línea informativa de cubrir las noticias ligadas haciendo énfasis en la confrontación de slogans y declaraciones sobre muy pocos ejes argumentales. En las noticias se dio cobertura a la supuesta religiosidad de los contendores políticos, dado que el arranque de campaña de dos partidos —efectuado 5 de octubre— se lo hizo con sendas misas.
Los temas ligados a los derechos de las mujeres ocuparon sólo el 0,5% de la cobertura informativa.
El Canal 7 (43% de su noticiero), la Red PAT (31%) y la Red Unitel (28%) fueron los que más cobertura dieron a las elecciones en la semana tomada como muestra.
Las propuestas fueron presentadas como slogans
Los temas y argumentos de las propuestas de programas de gobierno, relegadas en general al 5% de todas las noticias electorales, fueron difundidas priorizando los slogans definidos por los actores políticos. Eso se evidenció en que las propuestas difundidas por los noticieros fueron similares en los canales analizados. Si bien el abordaje de la información tuvo rasgos distintos según el medio, los temas objeto de cobertura fueron similares en los seis canales; por ejemplo, el “debate” o la “religión.
Las propuestas se presentaron como slogans sin que hubiese habido un abordaje periodístico que indagara sobre sus probables mecanismos de ejecución y/o las diferencias existentes entre programas en torno a un tema. En tal sentido, la información contribuyó poco a la profundización de las temáticas planteadas por los candidatos que quedaron sólo como manifestaciones generales de buenas intenciones. Las diferencias entre propuestas sobre cómo ejecutarlas quedaron invisibilizadas. La propuesta como slogan, por lo tanto, como contenido informativo no diferenciado de la cobertura de los actos de campaña, se encontró como una tendencia general en las noticias de TV.
"Por ejemplo, hay una serie de empresas estatales que ahora están entrando a otros rumbos CARPENBOL, PAPELBOL fábricas de cartón, de papel, de leche. Ahí tenemos empresas aéreas, por ejemplo, la economía del Estado debe diversificarse" (H. Arce, red Uno, 7/10/09).
"Toda la riqueza de litio, la vamos a titularizar para que corresponda a todos los bolivianos y no solamente a un gobierno de turno..." (M. Reyes Villa, Unitel, 6/10/09).
La cobertura respetó el orden asignado por las encuestas a los candidatos
Los noticieros contribuyeron a dar la imagen de ratificación de unos resultados “ya definidos”, dado que la cobertura informativa está centrada en los candidatos y partidos que están liderizando las encuestas, esto es, que las organizaciones o candidaturas favorecidas
Evo Morales y el partido MAS recibieron casi la mitad de cobertura (46%) entre todas las fuentes partidarias, el tratamiento informativo que se le dio en tres canales fue de franca oposición.
Opinión e información unidas en el noticiero
Hubo diferencias e incluso preferencias abiertas por candidatos entre canales en el tratamiento informativo de algunas noticias. No se separó la información de la opinión a tiempo de presentar una noticia; véase, por ejemplo, estos casos:
Tema noticioso Información textual dada por el medio
Inicio de campaña PPB-CN en Santa Cruz
“Las informaciones dan cuenta que a Manfred Reyes Villa hoy en Santa Cruz le fue como en las encuestas, organizó y protagonizó una marcha para inaugurar su casa de campaña y la convocatoria fue muy poca” (Edgar López, contacto Santa Cruz, Canal 7, 6/10/09).
“Con una masiva caravana se ha iniciado la campaña en Santa Cruz por parte de Convergencia Nacional. Candidatos a diputados por diferentes circunscripciones como también a senadores caminaron hasta su casa de campaña, en la cual los va a recibir el capitán Manfred Reyes Villa” (reportero sin identificar, Unitel, 6/10/09).
Las misas en el inicio de campañas políticas
"Utilizan la fe, la iglesia para tratar de ganar votos. Cada ciudadano tiene su creencia religiosa e imaginamos que sabrán evaluar quién es útil y quiénes utilizan de manera mañosa a la iglesia para hacer campaña. Porque la Biblia lo dice: "cuando quieras orar entra a tu cuarto, cierra las puertas y ora ante Dios no con palabras vanas". Si no lean ustedes Mateo capítulo 6to, 7mo. y 8vo.” (Iván Canelas, Unitel, 5/10/09).
“Vamos a volver a escuchar la frase del vocero. Bueno lo que dice la Biblia por si acaso es que cuando confesares tus pecados los hagas por detrás de tu puerta encerrado, pero, solo. Pero rezar, orar uno puede hacerlo en cualquier parte, eso es lo que dice la Biblia. Qué dicen los manfredistas, critican lo que hace el MAS.” (Ximena Antelo, Unitel, 6/10/09).
“El gobierno critica las misas en el inicio de campaña de opositores. Perciben que se utiliza la fe para ganar apoyo. El portavoz presidencial Iván Canelas. Un oficialista que al parecer conoce muy bien la Biblia (P. Virrueta, Red Uno, 5/10/09).
El sesgo político fue evidente en el canal gubernamental y en otras redes. El Canal 7 realizó una cobertura descalificando a Manfred Reyes Villa en su inicio de campaña, hablando de prebendalismo y también de ausentismo en la concentración realizada en Santa Cruz. Todo lo contrario expresó Unitel, canal que calificó de “masiva caravana” a la misma actividad.
El canal gubernamental —que como ya se ha señalado fue el que más notas difundió sobre las elecciones— usó fuentes del MAS en el 72% de las fuentes partidarias consultadas (Los canales en promedio le asignaron el 46% al partido de gobierno, PPB-CN 21% y UN 14%). La Red UNO cuestionó sistemáticamente al candidato del MAS por negarse a debatir, señalando que presenciar un debate entre candidatos es un derecho ciudadano. La candidatura de UN fue invisibilizada en el canal gubernamental y otros canales le dieron cobertura haciendo notar que está “lejos” en las encuestas.
En ese escenario, cabe destacar que los noticieros abrieron espacios la difusión de propuestas en mayor medida que en otros procesos electorales porque se invitó a candidatos a presentar y discutir propuestas. Sin embargo, no todos los candidatos tuvieron acceso a estos espacios ni recibieron el mismo tratamiento en tiempo y posibilidades de debate.
La sociedad civil organizada no fue fuente informativa en temas electorales; la ciudadanía estuvo presente en las noticias de manera atomizada, mediante sondeos. Dentro de esta modalidad de cobertura, la ciudadanía constituyó la segunda fuente informativa en el total de notas sobre las elecciones (25%), luego del partido MAS.
Las organizaciones sociales de distinto tipo no fueron fuente informativa, entendiendo que existe una multiplicidad de temas relativos al proceso electoral donde la ciudadanía pudo haber estado presente, pues los temas relativos al proceso electoral no se restringen al apoyo o rechazo a candidatos o partidos.
Las mujeres tuvieron una presencia disminuida como fuente informativa: en las noticias, habló una mujer —candidata o ciudadana— por cada cuatro varones.
La cobertura informativa televisiva de la primera semana de campaña contribuyó escasamente al conocimiento de las propuestas programáticas y mostró al menos en cuatro redes televisivas evidentes sesgos informativos a favor de candidaturas.
Desafíos como los de mayor protagonismo ciudadano, inclusión de todos los candidatos, pasar de las consignas a las propuestas, informar sin opinar o informar sin polarizar —sintetizados en la “Guía de cobertura electoral” que elaboró la Fundación UNIR Bolivia con la participación de 80 periodistas de diversos puntos del país— no fueron alcanzados en las noticias de TV de la primera semana del período electoral.
El periodismo en épocas electorales tiene que apostar por la información orientadora y de calidad que, en el lapso observado, más bien estuvo en déficit.
Equipo ONADEM
La Paz, noviembre 28 de 2009
La cuarta parte (26%) de las noticias televisivas difundidas del 5 al 9 de octubre en seis redes de televisión estuvo referida a las elecciones. El 62,5% de ese total tuvo como eje de cobertura las actividades de campaña, centralmente las movilizaciones organizadas por los partidos políticos, y sólo el 5% se refirió a las propuestas y programas de los partidos y candidatos.
Dentro de las noticias sobre “campañas”, las declaraciones de los candidatos estuvieron centradas en el “debate” al que se retaba al candidato del MAS. La campaña se convirtió en acontecimiento noticioso en sí mismo, priorizando la línea informativa de cubrir las noticias ligadas haciendo énfasis en la confrontación de slogans y declaraciones sobre muy pocos ejes argumentales. En las noticias se dio cobertura a la supuesta religiosidad de los contendores políticos, dado que el arranque de campaña de dos partidos —efectuado 5 de octubre— se lo hizo con sendas misas.
Los temas ligados a los derechos de las mujeres ocuparon sólo el 0,5% de la cobertura informativa.
El Canal 7 (43% de su noticiero), la Red PAT (31%) y la Red Unitel (28%) fueron los que más cobertura dieron a las elecciones en la semana tomada como muestra.
Las propuestas fueron presentadas como slogans
Los temas y argumentos de las propuestas de programas de gobierno, relegadas en general al 5% de todas las noticias electorales, fueron difundidas priorizando los slogans definidos por los actores políticos. Eso se evidenció en que las propuestas difundidas por los noticieros fueron similares en los canales analizados. Si bien el abordaje de la información tuvo rasgos distintos según el medio, los temas objeto de cobertura fueron similares en los seis canales; por ejemplo, el “debate” o la “religión.
Las propuestas se presentaron como slogans sin que hubiese habido un abordaje periodístico que indagara sobre sus probables mecanismos de ejecución y/o las diferencias existentes entre programas en torno a un tema. En tal sentido, la información contribuyó poco a la profundización de las temáticas planteadas por los candidatos que quedaron sólo como manifestaciones generales de buenas intenciones. Las diferencias entre propuestas sobre cómo ejecutarlas quedaron invisibilizadas. La propuesta como slogan, por lo tanto, como contenido informativo no diferenciado de la cobertura de los actos de campaña, se encontró como una tendencia general en las noticias de TV.
"Por ejemplo, hay una serie de empresas estatales que ahora están entrando a otros rumbos CARPENBOL, PAPELBOL fábricas de cartón, de papel, de leche. Ahí tenemos empresas aéreas, por ejemplo, la economía del Estado debe diversificarse" (H. Arce, red Uno, 7/10/09).
"Toda la riqueza de litio, la vamos a titularizar para que corresponda a todos los bolivianos y no solamente a un gobierno de turno..." (M. Reyes Villa, Unitel, 6/10/09).
La cobertura respetó el orden asignado por las encuestas a los candidatos
Los noticieros contribuyeron a dar la imagen de ratificación de unos resultados “ya definidos”, dado que la cobertura informativa está centrada en los candidatos y partidos que están liderizando las encuestas, esto es, que las organizaciones o candidaturas favorecidas
Evo Morales y el partido MAS recibieron casi la mitad de cobertura (46%) entre todas las fuentes partidarias, el tratamiento informativo que se le dio en tres canales fue de franca oposición.
Opinión e información unidas en el noticiero
Hubo diferencias e incluso preferencias abiertas por candidatos entre canales en el tratamiento informativo de algunas noticias. No se separó la información de la opinión a tiempo de presentar una noticia; véase, por ejemplo, estos casos:
Tema noticioso Información textual dada por el medio
Inicio de campaña PPB-CN en Santa Cruz
“Las informaciones dan cuenta que a Manfred Reyes Villa hoy en Santa Cruz le fue como en las encuestas, organizó y protagonizó una marcha para inaugurar su casa de campaña y la convocatoria fue muy poca” (Edgar López, contacto Santa Cruz, Canal 7, 6/10/09).
“Con una masiva caravana se ha iniciado la campaña en Santa Cruz por parte de Convergencia Nacional. Candidatos a diputados por diferentes circunscripciones como también a senadores caminaron hasta su casa de campaña, en la cual los va a recibir el capitán Manfred Reyes Villa” (reportero sin identificar, Unitel, 6/10/09).
Las misas en el inicio de campañas políticas
"Utilizan la fe, la iglesia para tratar de ganar votos. Cada ciudadano tiene su creencia religiosa e imaginamos que sabrán evaluar quién es útil y quiénes utilizan de manera mañosa a la iglesia para hacer campaña. Porque la Biblia lo dice: "cuando quieras orar entra a tu cuarto, cierra las puertas y ora ante Dios no con palabras vanas". Si no lean ustedes Mateo capítulo 6to, 7mo. y 8vo.” (Iván Canelas, Unitel, 5/10/09).
“Vamos a volver a escuchar la frase del vocero. Bueno lo que dice la Biblia por si acaso es que cuando confesares tus pecados los hagas por detrás de tu puerta encerrado, pero, solo. Pero rezar, orar uno puede hacerlo en cualquier parte, eso es lo que dice la Biblia. Qué dicen los manfredistas, critican lo que hace el MAS.” (Ximena Antelo, Unitel, 6/10/09).
“El gobierno critica las misas en el inicio de campaña de opositores. Perciben que se utiliza la fe para ganar apoyo. El portavoz presidencial Iván Canelas. Un oficialista que al parecer conoce muy bien la Biblia (P. Virrueta, Red Uno, 5/10/09).
El sesgo político fue evidente en el canal gubernamental y en otras redes. El Canal 7 realizó una cobertura descalificando a Manfred Reyes Villa en su inicio de campaña, hablando de prebendalismo y también de ausentismo en la concentración realizada en Santa Cruz. Todo lo contrario expresó Unitel, canal que calificó de “masiva caravana” a la misma actividad.
El canal gubernamental —que como ya se ha señalado fue el que más notas difundió sobre las elecciones— usó fuentes del MAS en el 72% de las fuentes partidarias consultadas (Los canales en promedio le asignaron el 46% al partido de gobierno, PPB-CN 21% y UN 14%). La Red UNO cuestionó sistemáticamente al candidato del MAS por negarse a debatir, señalando que presenciar un debate entre candidatos es un derecho ciudadano. La candidatura de UN fue invisibilizada en el canal gubernamental y otros canales le dieron cobertura haciendo notar que está “lejos” en las encuestas.
En ese escenario, cabe destacar que los noticieros abrieron espacios la difusión de propuestas en mayor medida que en otros procesos electorales porque se invitó a candidatos a presentar y discutir propuestas. Sin embargo, no todos los candidatos tuvieron acceso a estos espacios ni recibieron el mismo tratamiento en tiempo y posibilidades de debate.
La sociedad civil organizada no fue fuente informativa en temas electorales; la ciudadanía estuvo presente en las noticias de manera atomizada, mediante sondeos. Dentro de esta modalidad de cobertura, la ciudadanía constituyó la segunda fuente informativa en el total de notas sobre las elecciones (25%), luego del partido MAS.
Las organizaciones sociales de distinto tipo no fueron fuente informativa, entendiendo que existe una multiplicidad de temas relativos al proceso electoral donde la ciudadanía pudo haber estado presente, pues los temas relativos al proceso electoral no se restringen al apoyo o rechazo a candidatos o partidos.
Las mujeres tuvieron una presencia disminuida como fuente informativa: en las noticias, habló una mujer —candidata o ciudadana— por cada cuatro varones.
La cobertura informativa televisiva de la primera semana de campaña contribuyó escasamente al conocimiento de las propuestas programáticas y mostró al menos en cuatro redes televisivas evidentes sesgos informativos a favor de candidaturas.
Desafíos como los de mayor protagonismo ciudadano, inclusión de todos los candidatos, pasar de las consignas a las propuestas, informar sin opinar o informar sin polarizar —sintetizados en la “Guía de cobertura electoral” que elaboró la Fundación UNIR Bolivia con la participación de 80 periodistas de diversos puntos del país— no fueron alcanzados en las noticias de TV de la primera semana del período electoral.
El periodismo en épocas electorales tiene que apostar por la información orientadora y de calidad que, en el lapso observado, más bien estuvo en déficit.
Equipo ONADEM
La Paz, noviembre 28 de 2009
26 de noviembre de 2009
Periodismo en Bolivia: Escenas de una historia (sólo) basada en hechos reales
Santiago Espinoza A.**
Escena 1: Noche de turno en el periódico
Una llamada de último momento a la periodista del área policial alerta de un probable linchamiento en el poblado de Vacas, próximo a la región del Valle Alto cochabambino. Las víctimas serían dos policías delegados a la localidad. Con el recuerdo aún fresco de los tres policías ajusticiados en Epizana, en la redacción se desata una paranoia colectiva. Algunos compañeros sugieren a los que estamos de turno nocturno que nos embarquemos de una vez hacia Vacas; otros creen que es mejor confirmar más datos antes de lanzarnos a la aventura. Al final, le hago caso a los segundos y opto por permanecer un rato más en el diario a fin de buscar con insistencia –vía teléfono- a las fuentes policiales hasta desvirtuar o confirmar el hecho. El discado compulsivo de los móviles policiales se extiende hasta primeras horas del día siguiente, cuando me confirman que todo fue una falsa alarma. Así que todos de vuelta a casa, con anécdotas que contar, pero sin noticias sangrientas que publicar. No, todos no.
A la mañana siguiente, un diario sale a las calles denunciando, en su titular de tapa, el supuesto linchamiento de dos policías en Vacas… y con una foto (apócrifa, claro) del violento hecho cubriendo toda la portada. Al parecer, no todos los periodistas convocados por el rumor de la noche pasada se fueron hasta Vacas o insistieron hasta confirmar o desvirtuar con la Policía el suceso. Como fuere, lo cierto es que el diario en cuestión se mandó tamaña mentira como noticia, haciendo pasar por linchadores a todos los pobladores de una comunidad inocente que, aun a pesar de haber reclamado una sanción legal para los responsables de tal “negligencia”, ni siquiera habría merecido una nota rectificatoria.
Como reportero no son pocas las “metidas de pata” que comete uno en el desempeño de sus labores, pero, en todo caso, resultan ínfimas ante el número de ocasiones en que se sucumbe a la vergüenza ajena. En mi paso por esta profesión no recuerdo un episodio tan bochornoso como el relatado, el cual, por cierto, bien puede ilustrar varias de las taras/deficiencias identificadas por el Observatorio Nacional de Medios (Onadem) en el periodismo boliviano de los últimos años, sistematizadas y consignadas en la publicación que se presenta con el título Medios a la vista. Informe sobre el periodismo en Bolivia 2005-2008.
Al recordar este hecho, que no creo aislado sino sintomático, entiendo a cabalidad esa “baja de confianza ciudadana, el repunte de la improvisación profesional y el recurso frecuente del sensacionalismo” de las que habla este estudio al referirse a la crisis que atraviesa el periodismo boliviano de los últimos años. Bochornos como éste explican que representantes de las instituciones y organizaciones de la sociedad civil de las principales urbes del país crean, en un 49 por ciento, que hace cinco años los periodistas tenían más credibilidad que ahora, tal como lo demuestra una de las investigaciones compiladas en esta publicación. O que -circunscribiéndonos a nuestro entorno más cercano- un 67 por ciento de la ciudadanía cochabambina se manifieste insatisfecho con la imparcialidad de los medios, que un 64 por ciento tenga la misma sensación sobre su honestidad, que un 58 por ciento opine lo propio sobre su credibilidad y que un 54 por ciento desconfíe de su manejo de la verdad, por citar sólo algunos números de este estudio que hablan, con contundencia, de la maltrecha imagen que los medios y sus periodistas proyectan hacia la sociedad.
¿Que a nadie le importa la correspondencia de los hechos difundidos con la realidad capturada? ¿En qué queda la sujeción a criterios técnicos y éticos que garanticen la fiabilidad del mensaje publicado? Eso es lo de menos para muchas de las empresas mediáticas, en especial para las cadenas televisivas, que suelen operar atendiendo a la dictadura de la competencia mercantil y al impulso de soterrados intereses político-económicos. Voy a tratar de ilustrar nuevamente el asunto.
Escena 2: Tarde de monitoreo informativo
La red madre del sensacionalismo en Bolivia lanza la noticia de un accidente de tránsito reciente en la ciudad, apoyada de imágenes “en vivo” del automóvil que se volcó. Los datos principales -el “qué” y el “quién” de la noticia- , aunque precariamente, ya están señalados, por lo que sólo esperamos los complementarios que contextualicen el evento: el “cuándo”, el “dónde”, el “cómo” y el “por qué”. Pero éstos no llegan nunca. A lo sumo, se sobreentiende que el accidente se registró hace algunos instantes, pero de las circunstancias específicas no hay nada. Ni siquiera una referencia vaga al lugar del hecho. Sólo la imagen trémula de la vagoneta volcada y un fondo sonoro con la música de algún thriller cinematográfico.
Indignada, y dejando de lado su rol periodístico para asumir el de espectadora, la colega no llama a la Policía, sino al jefe de prensa del canal en cuestión, un amigo suyo. Le increpa por la falta de profesionalismo al difundir la noticia. Y él sólo atina a explicarle que vieron por conveniente no aportar más detalles del hecho y, en particular, del lugar del siniestro, por temor a que otros medios llegasen ahí y les arruinasen la exclusividad.
No encuentro mejor ejemplo de lo que el estudio del Onadem califica como la “nota semi-informativa”, un subgénero periodístico bastardo parido por la televisión, al que cabe identificar, entre otras señas, por la incoherencia entre el titular y el cuerpo de la noticia publicada, por presentar párrafos con ideas dispersas y no hechos inherentes al asunto principal que es objeto de difusión, y por una ausencia de datos que permitan al lector-radioyente-televidente tener una idea cabal del suceso. Se trata de una suerte de –Onadem dixit- “anti-modelo” periodístico que, lejos de crear certezas en la comunidad, despierta alarma, inseguridad y, en última instancia, desconfianza en la propia fuente generadora de información.
Y cómo crear certezas y generar confianza, si lo nuestro está cada vez más lejos de ser un ejercicio de reconstrucción de la realidad, y se acerca cada vez más al de la adaptación muy libre de la realidad, cuando no al de la invención descarada de ficciones (como la narrada al principio de estas líneas). Mientras los periodistas se extinguen, los “guionistas” se multiplican en el gremio. Parece que ahora importa tanto contar hechos reales como confeccionar historias “basadas en hechos reales” (algunas muy buenas, por cierto). Lo malo es que no es de cine de lo que hablamos. Y no son fines creativos los que dirigen la adaptación de hechos reales en el periodismo, sino afanes más perversos como la competencia mercantil y el combate político.
Ahora bien, sería ingenuo asumir que los periodistas no somos siquiera medianamente conscientes de estas taras. Lo somos. Pero mucho me temo que la actitud que prima no es la autocrítica, indispensable para encarar un proceso de reconducción de la profesión guiado por la búsqueda de mejores estándares de calidad técnica y ética en el registro, procesamiento y difusión de mensajes periodísticos. Al interior del gremio nos seduce la idea de que, en realidad, somos meras víctimas de las circunstancias, es decir, de las precarias condiciones de trabajo en que nos desenvolvemos (cosa cierta y ratificada también el documento del Onadem), de las presiones político-empresariales que ejercen nuestros empleadores y, sobre todo, de la intolerancia de los sectores sociales hacia nuestro trabajo. Y termino con otra historia.
Escena 3: Mañana de cuartel
Tras el amago de Guerra Civil de “enero negro” de 2007 en Cochabamba, un episodio de inflexión para el periodismo local, por los hechos de violencia de los que fueron víctimas los reporteros, la reacción del gremio no sólo se expresó en discusiones, en reclamos airados o en marchas en defensa de la libertad de prensa, sino en un hecho más llamativo: la organización de cursos para corresponsales de guerra en los que participaron el grueso de los reporteros locales.
Mi renuencia principista al cuartel me repelió del curso, al punto que antepuse el trabajo en turno de fin de semana al entrenamiento militar. Pero, a la postre, recalé en el Centro de Instrucción de Tropas Especiales (CITE) en el que se desarrollaba el curso, aunque no para sumarme al entrenamiento, sino para preparar una nota al respecto. Así descubrí entre algunos colegas que, además del compañerismo y la aventura, la razón principal que les llevó a inscribirse al curso fue la preparación ante eventuales coyunturas de violencia callejera, ante eventuales “eneros negros”.
Pero lo que ninguno de ellos se atrevió a reconocer es que la experiencia sufrida en enero reflejó, en buena medida, el deterioro de la imagen del gremio ante sectores importantes de la opinión pública, que ya no parece ver en nosotros personas serias, sensibles y profesionales, sino mercenarios al servicio del escándalo policial y político. Nadie reparó en la cuota de responsabilidad que nos correspondió para que los hechos se hayan dado como se dieron. Ni un atisbo hubo de mea culpa por haber exacerbado el conflicto de enero, apelando a un sinfín de antogonismos (“campesinos versus citadinos”, “Gobierno versus Prefectura”, “Legalidad versus ilegalidad”, etc.), algunos artificiales y mostrados a veces como irreconciliables, en una operación que –según las investigaciones del Onadem- busca “prolongar el enfrentamiento y se alienta en los espacios destinados al periodismo”.
Entonces, me pregunté como me pregunto ahora: ¿No convendría acaso valorar nuestra conducta cotidiana en la cobertura y difusión de la noticia y nuestro papel en el desarrollo de los conflictos? ¿Hasta dónde es aceptable nuestra inevitable propensión al conflicto como materia prima noticiosa? ¿No estaremos convirtiéndonos en meros agentes de conflicto, despojados de la capacidad para distinguir cuándo el conflicto es una consecuencia natural de los hechos y cuándo un procedimiento planificado y digitado por los medios (las empresas), motivado por intereses que van más allá de lo periodístico y precipitado por nuestras desmedidas acciones? ¿Cuán profesional, creíble, confiable, imparcial y honesto será nuestro trabajo para la sociedad? ¿Continúa guiándonos la vocación por crear certezas en la población o nos interesa más ahogarla en un mar de incertidumbres? ¿Vale la pena rifar la calidad periodística a favor de la dictadura mercantil y política de las empresas mediáticas? ¿Hasta dónde podremos inventar o adaptar impunemente la realidad en función a intereses perversos? ¿O es que queremos nuevos “eneros negros” para seguir despotricando contra todos -menos contra nosotros mismos- , pero sin resolver nada? ¿No sería prudente, además de “armarnos para la guerra” en cursos de corresponsales, conocer cuál es la imagen que tiene la población en torno a nuestro trabajo y, en función a ello, reconducir nuestro comportamiento laboral? …
Creo que recién ahora, con este documento en las manos, he encontrado algunas respuestas. Ojalá que el gremio en su conjunto procure también encontrarlas. Y ojalá que los colegas que las busquen pasen de las páginas del libro que dan cuenta de las agresiones a periodistas y medios, e indaguen en el porqué de estas condenables conductas.
** Periodista, docente universitario. Responsable de la Iniciativa de Comunicación e Investigación de la Fundación UNIR en Cochabmba.
Escena 1: Noche de turno en el periódico
Una llamada de último momento a la periodista del área policial alerta de un probable linchamiento en el poblado de Vacas, próximo a la región del Valle Alto cochabambino. Las víctimas serían dos policías delegados a la localidad. Con el recuerdo aún fresco de los tres policías ajusticiados en Epizana, en la redacción se desata una paranoia colectiva. Algunos compañeros sugieren a los que estamos de turno nocturno que nos embarquemos de una vez hacia Vacas; otros creen que es mejor confirmar más datos antes de lanzarnos a la aventura. Al final, le hago caso a los segundos y opto por permanecer un rato más en el diario a fin de buscar con insistencia –vía teléfono- a las fuentes policiales hasta desvirtuar o confirmar el hecho. El discado compulsivo de los móviles policiales se extiende hasta primeras horas del día siguiente, cuando me confirman que todo fue una falsa alarma. Así que todos de vuelta a casa, con anécdotas que contar, pero sin noticias sangrientas que publicar. No, todos no.
A la mañana siguiente, un diario sale a las calles denunciando, en su titular de tapa, el supuesto linchamiento de dos policías en Vacas… y con una foto (apócrifa, claro) del violento hecho cubriendo toda la portada. Al parecer, no todos los periodistas convocados por el rumor de la noche pasada se fueron hasta Vacas o insistieron hasta confirmar o desvirtuar con la Policía el suceso. Como fuere, lo cierto es que el diario en cuestión se mandó tamaña mentira como noticia, haciendo pasar por linchadores a todos los pobladores de una comunidad inocente que, aun a pesar de haber reclamado una sanción legal para los responsables de tal “negligencia”, ni siquiera habría merecido una nota rectificatoria.
Como reportero no son pocas las “metidas de pata” que comete uno en el desempeño de sus labores, pero, en todo caso, resultan ínfimas ante el número de ocasiones en que se sucumbe a la vergüenza ajena. En mi paso por esta profesión no recuerdo un episodio tan bochornoso como el relatado, el cual, por cierto, bien puede ilustrar varias de las taras/deficiencias identificadas por el Observatorio Nacional de Medios (Onadem) en el periodismo boliviano de los últimos años, sistematizadas y consignadas en la publicación que se presenta con el título Medios a la vista. Informe sobre el periodismo en Bolivia 2005-2008.
Al recordar este hecho, que no creo aislado sino sintomático, entiendo a cabalidad esa “baja de confianza ciudadana, el repunte de la improvisación profesional y el recurso frecuente del sensacionalismo” de las que habla este estudio al referirse a la crisis que atraviesa el periodismo boliviano de los últimos años. Bochornos como éste explican que representantes de las instituciones y organizaciones de la sociedad civil de las principales urbes del país crean, en un 49 por ciento, que hace cinco años los periodistas tenían más credibilidad que ahora, tal como lo demuestra una de las investigaciones compiladas en esta publicación. O que -circunscribiéndonos a nuestro entorno más cercano- un 67 por ciento de la ciudadanía cochabambina se manifieste insatisfecho con la imparcialidad de los medios, que un 64 por ciento tenga la misma sensación sobre su honestidad, que un 58 por ciento opine lo propio sobre su credibilidad y que un 54 por ciento desconfíe de su manejo de la verdad, por citar sólo algunos números de este estudio que hablan, con contundencia, de la maltrecha imagen que los medios y sus periodistas proyectan hacia la sociedad.
¿Que a nadie le importa la correspondencia de los hechos difundidos con la realidad capturada? ¿En qué queda la sujeción a criterios técnicos y éticos que garanticen la fiabilidad del mensaje publicado? Eso es lo de menos para muchas de las empresas mediáticas, en especial para las cadenas televisivas, que suelen operar atendiendo a la dictadura de la competencia mercantil y al impulso de soterrados intereses político-económicos. Voy a tratar de ilustrar nuevamente el asunto.
Escena 2: Tarde de monitoreo informativo
La red madre del sensacionalismo en Bolivia lanza la noticia de un accidente de tránsito reciente en la ciudad, apoyada de imágenes “en vivo” del automóvil que se volcó. Los datos principales -el “qué” y el “quién” de la noticia- , aunque precariamente, ya están señalados, por lo que sólo esperamos los complementarios que contextualicen el evento: el “cuándo”, el “dónde”, el “cómo” y el “por qué”. Pero éstos no llegan nunca. A lo sumo, se sobreentiende que el accidente se registró hace algunos instantes, pero de las circunstancias específicas no hay nada. Ni siquiera una referencia vaga al lugar del hecho. Sólo la imagen trémula de la vagoneta volcada y un fondo sonoro con la música de algún thriller cinematográfico.
Indignada, y dejando de lado su rol periodístico para asumir el de espectadora, la colega no llama a la Policía, sino al jefe de prensa del canal en cuestión, un amigo suyo. Le increpa por la falta de profesionalismo al difundir la noticia. Y él sólo atina a explicarle que vieron por conveniente no aportar más detalles del hecho y, en particular, del lugar del siniestro, por temor a que otros medios llegasen ahí y les arruinasen la exclusividad.
No encuentro mejor ejemplo de lo que el estudio del Onadem califica como la “nota semi-informativa”, un subgénero periodístico bastardo parido por la televisión, al que cabe identificar, entre otras señas, por la incoherencia entre el titular y el cuerpo de la noticia publicada, por presentar párrafos con ideas dispersas y no hechos inherentes al asunto principal que es objeto de difusión, y por una ausencia de datos que permitan al lector-radioyente-televidente tener una idea cabal del suceso. Se trata de una suerte de –Onadem dixit- “anti-modelo” periodístico que, lejos de crear certezas en la comunidad, despierta alarma, inseguridad y, en última instancia, desconfianza en la propia fuente generadora de información.
Y cómo crear certezas y generar confianza, si lo nuestro está cada vez más lejos de ser un ejercicio de reconstrucción de la realidad, y se acerca cada vez más al de la adaptación muy libre de la realidad, cuando no al de la invención descarada de ficciones (como la narrada al principio de estas líneas). Mientras los periodistas se extinguen, los “guionistas” se multiplican en el gremio. Parece que ahora importa tanto contar hechos reales como confeccionar historias “basadas en hechos reales” (algunas muy buenas, por cierto). Lo malo es que no es de cine de lo que hablamos. Y no son fines creativos los que dirigen la adaptación de hechos reales en el periodismo, sino afanes más perversos como la competencia mercantil y el combate político.
Ahora bien, sería ingenuo asumir que los periodistas no somos siquiera medianamente conscientes de estas taras. Lo somos. Pero mucho me temo que la actitud que prima no es la autocrítica, indispensable para encarar un proceso de reconducción de la profesión guiado por la búsqueda de mejores estándares de calidad técnica y ética en el registro, procesamiento y difusión de mensajes periodísticos. Al interior del gremio nos seduce la idea de que, en realidad, somos meras víctimas de las circunstancias, es decir, de las precarias condiciones de trabajo en que nos desenvolvemos (cosa cierta y ratificada también el documento del Onadem), de las presiones político-empresariales que ejercen nuestros empleadores y, sobre todo, de la intolerancia de los sectores sociales hacia nuestro trabajo. Y termino con otra historia.
Escena 3: Mañana de cuartel
Tras el amago de Guerra Civil de “enero negro” de 2007 en Cochabamba, un episodio de inflexión para el periodismo local, por los hechos de violencia de los que fueron víctimas los reporteros, la reacción del gremio no sólo se expresó en discusiones, en reclamos airados o en marchas en defensa de la libertad de prensa, sino en un hecho más llamativo: la organización de cursos para corresponsales de guerra en los que participaron el grueso de los reporteros locales.
Mi renuencia principista al cuartel me repelió del curso, al punto que antepuse el trabajo en turno de fin de semana al entrenamiento militar. Pero, a la postre, recalé en el Centro de Instrucción de Tropas Especiales (CITE) en el que se desarrollaba el curso, aunque no para sumarme al entrenamiento, sino para preparar una nota al respecto. Así descubrí entre algunos colegas que, además del compañerismo y la aventura, la razón principal que les llevó a inscribirse al curso fue la preparación ante eventuales coyunturas de violencia callejera, ante eventuales “eneros negros”.
Pero lo que ninguno de ellos se atrevió a reconocer es que la experiencia sufrida en enero reflejó, en buena medida, el deterioro de la imagen del gremio ante sectores importantes de la opinión pública, que ya no parece ver en nosotros personas serias, sensibles y profesionales, sino mercenarios al servicio del escándalo policial y político. Nadie reparó en la cuota de responsabilidad que nos correspondió para que los hechos se hayan dado como se dieron. Ni un atisbo hubo de mea culpa por haber exacerbado el conflicto de enero, apelando a un sinfín de antogonismos (“campesinos versus citadinos”, “Gobierno versus Prefectura”, “Legalidad versus ilegalidad”, etc.), algunos artificiales y mostrados a veces como irreconciliables, en una operación que –según las investigaciones del Onadem- busca “prolongar el enfrentamiento y se alienta en los espacios destinados al periodismo”.
Entonces, me pregunté como me pregunto ahora: ¿No convendría acaso valorar nuestra conducta cotidiana en la cobertura y difusión de la noticia y nuestro papel en el desarrollo de los conflictos? ¿Hasta dónde es aceptable nuestra inevitable propensión al conflicto como materia prima noticiosa? ¿No estaremos convirtiéndonos en meros agentes de conflicto, despojados de la capacidad para distinguir cuándo el conflicto es una consecuencia natural de los hechos y cuándo un procedimiento planificado y digitado por los medios (las empresas), motivado por intereses que van más allá de lo periodístico y precipitado por nuestras desmedidas acciones? ¿Cuán profesional, creíble, confiable, imparcial y honesto será nuestro trabajo para la sociedad? ¿Continúa guiándonos la vocación por crear certezas en la población o nos interesa más ahogarla en un mar de incertidumbres? ¿Vale la pena rifar la calidad periodística a favor de la dictadura mercantil y política de las empresas mediáticas? ¿Hasta dónde podremos inventar o adaptar impunemente la realidad en función a intereses perversos? ¿O es que queremos nuevos “eneros negros” para seguir despotricando contra todos -menos contra nosotros mismos- , pero sin resolver nada? ¿No sería prudente, además de “armarnos para la guerra” en cursos de corresponsales, conocer cuál es la imagen que tiene la población en torno a nuestro trabajo y, en función a ello, reconducir nuestro comportamiento laboral? …
Creo que recién ahora, con este documento en las manos, he encontrado algunas respuestas. Ojalá que el gremio en su conjunto procure también encontrarlas. Y ojalá que los colegas que las busquen pasen de las páginas del libro que dan cuenta de las agresiones a periodistas y medios, e indaguen en el porqué de estas condenables conductas.
** Periodista, docente universitario. Responsable de la Iniciativa de Comunicación e Investigación de la Fundación UNIR en Cochabmba.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)