30 de noviembre de 2010

Anamar: Periodismo con causa

Por Erick R. Torrico Villanueva

Si la Bolivia contemporánea tuvo una periodista ejemplar, de 24 horas diarias y de toda la vida, sin duda ella fue doña Ana María Romero de Campero, Anamar, como se identificaba al firmar sus columnas de análisis en diarios nacionales. Se ha marchado hace muy poco para fundirse con la inmensidad celeste, pero la impronta que dejó nunca permitirá que sea considerada una ausente.




De su entrega profesional de casi 50 años quizá se pueda extraer una enseñanza central: hay que ejercer el periodismo con causa. Esto quiere decir, en primer término, que la labor periodística sólo encuentra sentido en la medida en que exprese una vocación de servicio, un compromiso ético y una militancia social democrática; mientras que en segunda instancia significa que la información, la opinión y la interpretación noticiosas no tienen que contentarse con lo episódico y superficial, sino que deben ser capaces de trabajar sobre lo procesual, lo profundo y esclarecedor.



En otras palabras, el periodismo con causa es aquel que asume con pasión la voluntad de anoticiar y orientar a los demás respecto de lo que les afecta o posiblemente lo haga en el próximo futuro; es el periodismo de convicción que atrae incomprensiones, cuestionamientos y privaciones a la vez que alimenta la certeza de actuar a favor del bien común, de las libertades y de cada vez mayores condiciones de dignidad para la gente. Es un periodismo distinto y distante del que se obnubila ante la rentabiliad comercial, del que se empecina en la defensa intransigente de ideas cerradas o del que prefiere declararse aséptico y virginal.



Y en el otro plano, el periodismo con causa es el que se propone atravesar lo fenoménico de los hechos y las declaraciones, desentrañar las opacidades, atar cabos y desvelar las lógicas internas de los acontecimientos. Es el periodismo de las preguntas constantes, de la información que apuesta por el conocimiento, de la obligación de aportar a la comprensión de las dinámicas sociales, a la formación de criterio propio, la adopción de decisiones fundadas y la participación transparente en la acción pública.



Doña Ana María fue, en todos sus años de actividad, una practicante y un referente de ese periodismo. Dispuesta a afrontar los riesgos que ello supusiera, fortalecida por su fe religiosa y por su convencimiento democrático, encaró a los poderosos de diferentes tiempos y visiones, se enroló sin tapujos en luchas sociales, defendió los intereses de los excluidos y alentó constantemente la labor informativa de calidad.



Bastará, como ejemplo de lo dicho, recordar que impulsó una unidad especializada en periodismo de investigación en el ya desaparecido diario católico “Presencia” —primera y única experiencia de ese tipo en el país—, medio en que también propició una singular sección semanal de reportajes. Promotora del Círculo de Mujeres Periodistas y creadora del Premio Nacional de Periodismo, animó en la última etapa, en la Fundación Unir Bolivia, el funcionamiento del Observatorio Nacional de Medios, el Fondo Concursable para Periodismo de Investigación y el Banco Temático para Periodistas.



Por eso Anamar jamás se habrá ido, pues desde cada una de las manifestaciones que tenga ese periodismo con causa volverá a decir su palabra “para el ejercicio de una ciudadanía pluralista y participativa” y “en el ánimo de contribuir a dar forma a esa democracia, todavía imperfecta y en proceso de transformación, que tenemos en Bolivia”.