12 de mayo de 2008

¿Cambios en el periodismo?

Por Erick R. Torrico Villanueva

Si algo puede cambiar en el periodismo, sin duda, son las tecnologías que emplea, las maneras de aplicar los lenguajes de los distintos medios, la periodicidad y extensión de los espacios informativos o el personal que se ocupa de las tareas noticiosas, pero lo que no puede ni debe variar es la razón de la función periodística.

Como es sabido, el periodismo tiene la misión básica de informar sobre los hechos de actualidad. Esto significa que se ocupa de recoger los datos necesarios relativos a tales acontecimientos y de “traducirlos” en estilo noticioso para su posterior divulgación o difusión por algún medio impreso, audiovisual o electrónico.

Así, la información noticiosa es el alma del periodismo. Mas no toda información posee ese carácter, sino solamente aquella que reviste interés social (que no es lo mismo que impacto), que es fidedigna y está estructurada para su presentación según normas profesionales.

En consecuencia, todo aquel otro material de los medios de difusión que no se inscribe en los parámetros mencionados no corresponde al ámbito periodístico, aunque algunos lo consideren producto del presunto “cambio” que habría llegado al mundo de las noticias.

A lo largo de la historia el periodismo sí evolucionó, obviamente en el sentido de perfeccionar su tarea. De los primeros tiempos en que transmitía la palabra de la autoridad pasó a una etapa de pluralismo en que más bien fue lugar de debate y generación de ideas políticas; más tarde encontró el cauce de la información pública y definió, en ese momento, sus reglas estilísticas y éticas.

El periodismo, entonces, trabaja fundamentalmente con noticias. Si no lo hace deja de ser periodismo. Ahí no hay argumento que valga respecto a supuestos cambios que justifiquen “nuevas formas” de hacer la noticia o incluso otros modos de concebirla. Si a algún “innovador” se le ocurriera decir que desde el próximo domingo ya no se meterá goles en el fútbol, eso significaría que el juego dejó de ser lo que era para ser cualquier otra cosa. Lo mismo sucede con el periodismo: es o no es.

Dicho de modo distinto, si el periodismo no informa mediante las noticias quiere decir que perdió su naturaleza y función. Por eso, la argumentación acerca de que habría surgido un “nuevo estilo periodístico” —ese compuesto por fragmentos incoherentes, faltos de datos y hasta musicalizados que caracteriza a cierta televisión— se devela engañosa porque desfigura una tarea profesional socialmente necesaria y relevante además de que esconde lo que en realidad resulta una incapacidad para informar como se debe.

Sólo la ingenuidad, la ignorancia o la mala intención pueden confundir la violación sistemática y cotidiana de casi todas las normas de la profesión periodística —ubicación temporal de los hechos, atribución de fuentes, precisión del lenguaje, brevedad de los relatos, separación entre información y opinión o entre información y publicidad, para mencionar unas cuantas— con un novedoso avance.

Si algún cambio cabe reconocer como resultado de esa nociva práctica ése es el abandono de los criterios profesionales y de la finalidad misma del periodismo, negligencia que está dañando la credibilidad de los medios noticiosos y el prestigio de los periodistas.

La improvisación era, hace unos años, el mal que aquejaba a las salas de redacción; hoy se suma a ella un problema mayor: el intento de suplantación del propio periodismo a título de “cambio”.

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