26 de julio de 2010

Elecciones, presentación de resultados y espectáculo

Equipo ONADEM

La presentación de resultados de las elecciones a gobernaciones y alcaldías del pasado 4 de abril tuvo un enfoque centrado en la disyuntiva de si el Movimiento al Socialismo (MAS) había ganado o perdido poder, en un estilo televisivo correspondiente a programas de espectáculo. Además, se trabajó en la presentación de resultados con datos imprecisos; éstos aparecieron con significativas variaciones durante más de tres horas y los diarios los usaron como base para sus ediciones del día siguiente.
Con el objetivo de evaluar la cobertura periodística de la presentación de los resultados de las elecciones, el Observatorio Nacional de Medios (ONADEM) monitoreó seis redes televisivas (ATB, Bolivia TV, Bolivisión, PAT, Unitel y UNO) y 13 diarios nacionales (La Prensa, La Patria, El País, El Nacional, El Día, El Potosí, Correo del Sur, El Deber, Los Tiempos, El Alteño, Opinión, La Palabra y Cambio).
Las elecciones quedaron confirmadas como un hecho mediático fundamentalmente televisivo y sometido a las reglas de la espectacularización propias de ese tipo de programas. Esa misma condición incentivó un crecimiento en el despliegue técnico de la cobertura y en el uso de recursos innovadores para la presentación visual de los resultados en la TV.
Pese al esfuerzo desarrollado para lograr una cobertura geográfica más amplia, los resultados presentados por los medios se refirieron a las capitales departamentales y a un máximo de 26 ciudades intermedias (en Bolivia TV), con lo cual la información fue fundamentalmente “urbana” y se consideró colateral aunque secundaria aquella relativa al ámbito municipal de las provincias.
La modalidad asumida por el trabajo informativo de las redes de televisión dio cuenta de una doble competencia: una relativa al enfrentamiento entre fuerzas políticas por la victoria electoral y otra, paralela, referida a la pugna entre medios de información por ser reconocidos como proveedores de la primicia noticiosa o el análisis más certero.
Esa carrera por ser los primeros en brindar la información llevó reiteradamente a que los medios no consideraran la índole preliminar de los datos de boca de urna; éstos, pese a su dispersión y sus contradicciones, más bien fueron presentados como válidos para definir ganadores y perdedores, desde los momentos iniciales de las emisiones de resultados.
Tal comportamiento –atravesado por la constante creación de un clima de expectativa– propició que se construyeran escenarios de supuestos que originaron no sólo coberturas anticipadas de consecuencias (entrevistas a presuntos ganadores que al final no lo fueron), sino comentarios y análisis carentes de sustento empírico suficiente.
La labor estricta de los periodistas –la información precisa, oportuna y fidedigna– quedó supeditada a la dinámica espectacular alentada por presentadores y presentadoras, a los datos cambiantes de las empresas encuestadoras y a las opiniones de los analistas basadas en esos datos inciertos y cambiantes.
La atención mediática se centró principalmente en la confrontación entre el polo Evo Morales/MAS y el polo oposición política (sobre todo el MSM) y regional (la “media luna”).
Ese enfoque de los hechos simplificó la geografía electoral que se fue estructurando en el país, y mientras la televisión oficial hablaba de una “victoria masista nacional”, la privada prefería referirse a triunfos del MAS en algunos bastiones y derrotas en otros.
Concentrada en la cuestión política nacional de la posesión, la sumatoria o la distribución del poder, la cobertura informativa prácticamente no consideró los procesos electorales en 337 municipios, la conformación de nueve asambleas departamentales ni la elección de otras autoridades departamentales y regionales (diferentes en algunos departamentos).
Al día siguiente de las votaciones, los diarios no sólo reprodujeron los datos emitidos por las redes televisivas la noche anterior (aunque la mayoría de ellos se ciñeron a los datos del conteo rápido y no a la información en boca de urna), hicieron lo mismo con el enfoque del mapa político nacional simplificado y carente de profundidad tanto noticiosa como analítica respecto de la primera concreción –en las urnas y para la conformación de los gobiernos locales, regionales y departamentales– del sistema autonómico.
La información que la televisión y los diarios proporcionaron sobre las elecciones del 4 de abril estuvo, entonces, marcada por una “victoria del apresuramiento” en la cual el periodismo pasó a segundo plano frente al espectáculo, las estadísticas diversas y los recursos gráficos o los efectos especiales. Pero también se distinguió por la interpretación genérica y superficial de un proceso eleccionario que sentaba las bases para materializar una organización estatal sustancialmente distinta, en razón de las autonomías, de la establecida por la Constitución Política hasta febrero de 2009.
Si bien la cobertura mediática ofreció datos y análisis sobre la composición del escenario político general a partir de las votaciones, no llegó a consignar en ese cuadro la información y los alcances referidos a las implicaciones de los resultados electorales en la puesta en marcha de los gobiernos departamentales y locales.

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