Virginie Poyetton[1]
En
2013 la Fundación UNIR desarrolló una investigación sobre la censura y
autocensura periodística en Bolivia. A partir de una encuesta anónima y grupos
focales en las tres ciudades del eje, La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, se buscó
analizar la problemática desde la profesión misma. El propósito de la investigación fue conocer la percepción y
evaluar el grado de (auto) censura de los periodistas al respecto, entender a través
de su propio análisis cuáles son los mecanismos que llevan a la (auto)censura,
identificar con ellos cuáles son las estrategias para sortear la (auto) censura
e imaginar cómo se puede eliminarlas.
Según
el estudio, más de la mitad de las y los periodistas consultados, (el 54%),
admiten haber sido víctimas en su carrera profesional de censura y son aún más
quienes han experimentado autocensura (59%). Si se establece que –en el caso de
la censura- el 83% de estos mismos admiten que tienen conocimiento de algún
colega que ha sufrido censura, se puede pensar que en realidad el número de
periodistas que han sido censurados es más alto. ¿Qué significan estas cifras y
por qué hablar de censura periodística en tiempos de democracia?
La
Fundación UNIR Bolivia considera que la plena libertad de la prensa —es decir,
la existencia de condiciones exteriores e internas mínimas para el ejercicio de
la profesión periodística— es uno de los requisitos más importantes para la
existencia de una democracia plural. Por eso, lo que se juega con la
(auto)censura es la propia libertad de expresión e información de la ciudadanía.
La
censura y su versión más sutil, la autocensura, son dos problemas graves del
periodismo. Si bien pueden temporalmente servir a los intereses de un grupo
político o económico de poder, a largo plazo dañan el ejercicio de la
democracia.
Censura o autocensura
La
censura periodística, especialmente en tiempos de democracia, no es monopolio
del Estado. No es producto de un solo actor; más bien tiene que ver con un
contexto global. Y es muy probable que la tendencia sea que mientras más débil
esté el poder gubernamental, más fuerte será la capacidad de censura de otros
actores exteriores al medio, como el mundo económico.
Según
la investigación, en Bolivia las autoridades de gobierno —nacional,
departamental, local— y los anunciantes privados y públicos son identificados como
las dos mayores fuentes de censura de los medios. Concretamente, los temas vinculados
a sus intereses aparecen como los más censurados. Así, 28% de los periodistas consultados
dicen haberse censurado por temas que podrían generar conflictos con
autoridades y 26% por temas que afectaban los intereses de los anunciantes. De
manera general, la censura se concreta en la imposibilidad de publicar una nota
ya preparada (20% de los entrevistados que admiten haber sido censurados), de
cubrir una fuente (19%) o un tema (19%).
Temas que han sufrido limitaciones, según periodistas
En el
caso de la autocensura, 59% de los encuestados admite “haber voluntariamente no
difundido” una información. En la mayoría de estos casos (61%) parece tratarse
más de autolimitaciones vinculadas al respeto a la deontología periodística
(temas sobre niños y adolescentes, actos de violencia, moral pública) que de
autocensura. A la inversa, cuando se les pidió evaluar a los colegas que
voluntariamente decidieron no difundir una nota, la mayoría de los entrevistados
estima que estos últimos se limitan/autocensuran por temas que podrían afectar
a los intereses de anunciantes o generar conflictos con el gobierno (24% y 17%,
respectivamente).
Temas censurados a los colegas de los entrevistados
Se
encuentra aquí la dificultad de reconocer la existencia de la autocensura, pues
implicaría asumir las propias limitaciones del periodista y su estado de
indefensión frente al censor. A pesar de esto, la investigación en su conjunto permite
concluir que sí existe un tipo de autocensura y que esa —como en el caso de la
censura— tiene que ver con la no difusión de ciertos temas vinculados con
intereses políticos y/o económicos.
¿Cómo ocurre la (auto)censura?
Ahora
bien, ¿cómo explicar el estado de censura y autocensura en Bolivia? Más allá de
la (auto)censura, provocado por los poderes políticos o económicos que se acaba
de analizar, ese tema se puede relacionar también con la precarización de las
condiciones laborales, la falta de formación específica en periodismo y ética, además
del miedo a perder el trabajo. Estos tres elementos contribuyen a la
inestabilidad laboral del periodista y afectan su posibilidad a oponerse a la
censura.
Con
sueldos bajos, funciones múltiples y falta de oportunidades de capacitación,
las condiciones laborales de la profesión periodística van en retroceso en los últimos
años. Si bien existen 45 carreras de comunicación social, no hay ninguna que
expresamente titule en periodismo. Estas condiciones sin duda fragilizan la
profesión. La mayoría de los nuevos periodistas no cuentan con el conocimiento
ni la experiencia profesional para oponerse a un acto de censura o para advertir
que se está autocensurando. Peor, como lo testimonian unos periodistas
entrevistados, en algunos casos son ellos mismos quienes distorsionan la
realidad y “ponen en escena de modo espectacular” una situación de actualidad
noticiosa, pidiendo a la fuente adaptarse a sus necesidades periodísticas y alejándose
—en varios casos— del propósito de informar.
El
contexto mismo del trabajo periodístico es difícil. Una gran mayoría de
periodistas consultados (85%) se queja de la falta de acceso a la información
pública, dato que integra la dificultad de acceder a algunas fuentes oficiales,
especialmente las Fuerzas Armadas y la Policía. El exceso de polarización
política —si uno critica al gobierno es que es de la oposición y viceversa—
hace también que algunos medios dejen de cubrir hechos políticos y sociales
para dedicarse más bien a la farándula.
Porcentaje de periodistas que tuvieron dificultades de
acceso a fuentes públicas
Las
amenazas verbales en contra de periodistas (76%) son también muy comunes y
preocupantes en el sentido de que representan una señal negativa de la falta de
respeto que se tiene hacia la profesión. Peor aún son las agresiones por las
fuerzas del orden (37%) que, en los hechos, cuestionan el reconocimiento del
trabajo periodístico por parte de representantes del Estado.
La lucha contra la (auto)censura
Si se
concuerda en que la censura y autocensura pueden dañar la democracia, el paso
siguiente es saber cómo enfrentarlas. O mejor dicho, si se sabe que no existe
un país, una sociedad, un lugar que no esté experimentando algún tipo de
censura y autocensuras periodísticas, cómo hacer para que esta práctica sea lo
más insignificante posible.
Los mismos
periodistas han elaborado varias estrategias para sortear la censura: el 50% de
los entrevistados dijeron haber compartido la información con colegas para que
la difundan y 33% la han publicado en un blog. Lo que sorprende es que casi un
30% de las y los periodistas no utiliza ningún tipo de estrategia para evitar
la (auto)censura y ninguno de ellos publicó bajo otro nombre, interpeló al
Tribunal de Ética o hizo valer la cláusula de conciencia.
Más
allá de las respuestas individuales, la lucha contra la censura y autocensura se
la tiene que considerar en un contexto global. En éste se inscribe por supuesto
una mejora en la formación académica de los periodistas, un desarrollo de capacidades
en ética periodística (especialmente en la aplicación de los códigos de la
profesión) y una mejora de las condiciones laborales, particularmente en
materia salarial.
Más
allá, se tendría que iniciar una reflexión sobre el financiamiento de los
medios que pueda garantizar una verdadera independencia editorial, sin que los
periodistas tengan que someterse a quienes financian el medio (sea de manera
directa o indirecta a través de los anuncios). La independencia financiera
permitiría luchar contra la (auto)censura en la medida en que, como se ha visto,
la mayoría de las limitantes provienen de la acción de los anunciantes públicos
o privados.
Otra
medida de lucha contra la (auto)censura es el reforzamiento de la calidad y credibilidad
de los medios de comunicación, para evitar todo tipo de injerencia política en
sus líneas editoriales. Eso no se realiza de un día al otro, hace parte de un
cambio social y de una toma de conciencia sobre la trascendencia de la libertad
de prensa en la construcción democrática. Implica que la ciudadanía misma,
consciente de la importancia que tienen los medios en la libertad de
información, con el apoyo y aportes de observatorios de medios e investigadores
del ámbito de la comunicación, pueda evaluar la calidad y equilibrio
periodísticos. Para eso se necesita más responsabilidad y profesionalismo en el
trabajo periodístico mismo para que se fortalezca la relación de confianza
entre los periodistas y la gente; esto también significa que la población
boliviana conozca el Derecho a la Información y Comunicación (DIC) y lo
reivindique como suyo.
En
conclusión, se evidencia a través de la investigación realizada la difícil tarea
que implica la lucha contra la censura y autocensura periodística. No hay una
manera única de enfrentarlas y sería ilusorio pensar que un solo actor, sea
político o económico, tenga la responsabilidad de la problemática tanto como que
una sola acción pueda hacer que desaparezca la (auto)censura. Más bien es una tarea
compartida que en el contexto boliviano empieza por la importante toma de
conciencia de la necesidad de defender el DIC para todas y todos. Este derecho constitucional
comprende la libertad de prensa y la libertad de expresión, con sus
consiguientes obligaciones, como elementos fundamentales de su aplicación, sin
actos de censura ni autocensura.
[1] Periodista
suiza, investigadora y cooperante de la ONG Comundo en la Fundación UNIR Bolivia,
trabaja desde más de diez años en el tema de los medios y de la comunicación.
Licenciada en ciencias políticas, tiene dos maestrías en ciencias de la
comunicación e información y en estudios para el desarrollo.
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