Por Erick R. Torrico Villanueva
Si el periodismo tiene sentido se debe a que es una actividad profesional y especializada que se ocupa de informar día a día sobre los acontecimientos y declaraciones de interés público en una comunidad determinada. Cuando esa su función comienza a ser desvirtuada –como lamentablemente sucede con varios medios cultores del “info-entretenimiento” en el país— entra en cuestión la legitimidad general de la institución periodística.
Esa preocupación está reflejada en el estudio “Periodismo para la promoción de la paz y la estabilidad en Bolivia” que el primer bimestre de este año efectuó la empresa Encuestas y Estudios por encargo de la Unión Europea y el Centro Carter. Se trató de dos investigaciones: una con periodistas (dos grupos focales y diez entrevistas en Santa Cruz y La Paz) y otra con ciudadanos (una encuesta a 1.175 informantes mayores de 18 años en La Paz, Cochabamba, Santa Cruz, Tarija y El Alto).
En el primer caso, los periodistas reconocieron problemas como la polarización mediática que influye en la forma y el contenido de las noticias, la predominancia de la opinión sobre la información, la baja de la confianza de los públicos, la falta de documentación y pruebas en ciertas informaciones o la poca contribución de los medios a la paz y la estabilidad nacional.
Esta frase textual recuperada en el informe del citado estudio es ilustrativa de esa autocrítica: “Tenemos un periodismo superficial, manejado bajo la lógica de un show y de tendencias políticas que han generado respuestas irresponsables del gremio hacia la población”. Frente a ello, los periodistas señalaron que se requiere mejorar la formación profesional, potenciar la responsabilidad, el equilibrio y el ejercicio ético.
Los resultados de la encuestas, por su parte, expresaron la crítica ciudadana a la falta de “objetividad e imparcialidad” en los medios noticiosos, así como a su escaso aporte “en la atenuación de los conflictos”. Otro elemento destacable en esa misma línea es la baja calificación otorgada por la gente al papel informador de los medios: 24,6 sobre un máximo de 70 por ciento; de donde emerge la demanda —coincidente con la percepción de los propios periodistas— de que el periodismo recupere su función y finalidad primarias de informar.
Los encuestados dijeron en un 60% que “existe libertad de prensa” en el país pero que ella es usada “incorrectamente” (55%). Consultados sobre lo mejor y lo peor que tienen los medios, indicaron principalmente que la “rapidez en la información” (35,9%), la “denuncia de actos de corrupción” (19%) y la independencia/libertad” (9,7%) corresponden a lo valorable, en tanto que la “falta de profesionalidad” (15,3%), la “falta de honestidad” (15,1%) y la “parcialidad” (12,4%) están comprendidas en lo censurable.
Son igualmente interesantes los datos de evaluación de confianza en los medios y de apreciación de la calidad de sus contenidos. Según ellos, la prensa es la más confiable (4,6 sobre 7), seguida de la televisión (4,48) y de la radio (4,42). Sin embargo, en materia de calidad se presenta una variante en esa jerarquización: los contenidos de la prensa son considerados “buenos”, los de la radio “regulares” y los de la televisión “malos”.
El estudio de referencia, entonces, remarca la urgencia de “recuperar la esencia del periodismo: informar” —algo señalado por el Observatorio Nacional de Medios desde sus inicios en 2005— como vía para también recobrar la credibilidad mediática.
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